Que bellas eran las historias aquellas regadas de vino dulce que al calor de la chimenea nos contaba el viejo pastor, exageradas eso sí, por la eufória del "mareillo", donde el mastín y el lobo eran los protagonistas. Será mañana, sino lo es hoy ya, el oficio de pastor como otro cualquiera.....sin bellas historias que contar.