Madera y hierro | 2008 | 58 x 132 x 58 cm.
La barrica de Carlos Nicanor ha dejado de ser un tonel y se ha convertido en un enigma, un juguete que toca emociones y recuerdos con un vertiginoso ingenio. Es, además, una escultura móvil, o que incorpora el movimiento a su contenido. Y, por último, es una escultura parlante, o una escultura escribiente, una pieza que al rotar la rueda en la que apoya su extremo más hocicudo, dice su nombre, un ingrediente capital para la comprensión de la obra. Y es que En mi vida pasada flirteaba con el azufre
, la obra de Carlos Nicanor, nos habla también de la verdadera, indeleble, lacerante memoria
¿no hizo el azufre el cuerpo y el gusto del vino canario durante casi todo el siglo XX?